Lo clásico siempre está de moda

En el siglo XVIII la sociedad experimentó el ascenso de la burguesía, portadora de nuevos valores e ideas basados en la razón, el mérito y la justicia. La burguesía no solo fue el motor del movimiento ilustrado, sino que desarrolló nuevos códigos culturales que influyeron decisivamente en el nacimiento del período que nos ocupa: el Clasicismo.

El desarrollo del mercado editorial musical, gracias a la imprenta, hizo que la música fuera mucho más accesible. Este mercado doméstico encontró en la burguesía a su público natural y contribuyó al desarrollo de la música de cámara (música para pocos músicos, de carácter amateur, que hacían los aficionados en sus casas).

En el público aficionado podemos encontrar una de las principales causas de la decadencia del bajo continuo y el nacimiento del estilo clásico. El continuo requería conocimientos profundos de armonía e improvisación que estaban fuera del alcance de la mayoría. Entre 1730 y 1765, la textura empieza a simplificarse, basándose ahora en una melodía principal cantable, con frases regulares, sobre una base armónica mucho menos compleja que en el barroco, que empieza a considerarse un estilo excesivamente recargado y complicado. El Clasicismo huirá de lo complejo y buscará la belleza y la expresión de los sentimientos en la claridad y la sencillez.

Formas simples y complejas

Por forma simple se entiende la estructura (división y disposición de las partes) de una obra musical cerrada y autosuficiente. Cuando varias formas simples se unen para formar una obra mucho mayor, como en el caso de una ópera o una sinfonía, hablamos de forma compleja.

En el Clasicismo la forma musical cobra mucha importancia. Teniendo en cuenta que los elementos melódicos y armónicos son más simples que en el período anterior, el interés recae ahora en cómo disponer un conjunto de temas musicales de modo que resulte un discurso musical coherente, variado y con interés. Nos vamos a centrar en una de las formas más importantes de la música occidental: la forma sonata.

LA FORMA SONATA

Consta fundamentalmente de tres secciones, EXPOSICIÓN, DESARROLLO Y RECAPITULACIÓN, aunque puede tener una introducción y generalmente cuenta con una coda. Lo más importante es tener claro que toda sonata se basa en dos temas melódicos (A y B) de donde se extraerá la mayor parte del material melódico.

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EXPOSICIÓN

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Presentación del tema A en la tonalidad principal y transición o puente al tema B, en la tonalidad secundaria. Tras la presentación del tema B esta sección suele repetirse.

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DESARROLLO

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Trabajo intenso sobre motivos extraídos de los temas A y B e incorporación de algunos nuevos. Es la parte más libre para el compositor.

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REEXPOSICIÓN

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No es una repetición exacta de la exposición. Ahora el puente es modificado o suprimido y no salimos de la tonalidad principal. Aunque no es obligatorio, es muy frecuente la presencia de una CODA, con cadencias adicionales que hacen más rotundo el final de la obra.

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Dos ejemplos de W.A. Mozart:

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Sinfonía número 29

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Pequeña Serenata Nocturna

Otras formas simples…

TEMA CON VARIACIONES

La variación, como recurso, es muy antigua. De hecho, es un procedimiento casi evidente: un tema que se ha cantado o tocado con un instrumento, se vuelve a tocar de nuevo y, para hacerlo más ameno, se introduce algún cambio. Lo que, en principio, era un recurso musical sencillo e intuitivo llega a ser en ocasiones una forma musical con características propias.

Las variaciones, como forma, ya se utilizan desde el Renacimiento y durante el barroco, pero será en el período clásico cuando aparezca la “variación sobre un tema” que tanto se utilizará desde entonces y durante todo el siglo XX.

La estructura de esta forma se reduce a la exposición de un tema durante un determinado número de veces, pero con diversas alteraciones en cada una de ellas, ya sea de tipo melódico, rítmico, armónico, etc. haciendo que, en algunos casos, el tema llegue a ser difícilmente reconocible.

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12 variaciones sobre el tema “Ah, vous dirais-je, Maman” KV265. W.A. Mozart

Y seguimos bailando: el minueto

El minueto o minué es una antigua danza tradicional de la música barroca que alcanzó su desarrollo entre 1670 y 1750. El minueto barroco tiene una forma binaria (AB). En el clasicismo muchos compositores la utilizan adaptándola como una composición instrumental de ritmo ternario y moderado, le añaden una sección central y la convierten en una forma ternaria.  El minueto clásico se compone de tres secciones con repetición de cada una de ellas:

Exposición: a) primer tema con repetición; b) segundo tema con repetición.

Trío con repetición, usualmente cambiando el conjunto instrumental o la tonalidad

Reexposición de los dos primeros temas sin repetición y coda.

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Minueto del Quinteto op.11 nº5 / Luigi Boccherini

Formas complejas

Las obras multiseccionales del Clasicismo suelen disponer los movimientos en el siguiente orden:

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Primer movimiento. Forma de sonata.

Segundo movimiento. Tema y variaciones, o forma de sonata sin desarrollo (o con desarrollo breve).

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Tercer movimiento. Minueto o Scherzo. Este movimiento suele excluirse en las sonatas.

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Cuarto movimiento. Rondó, forma de sonata, o rondó-sonata.

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Sinfonía nº 94 en Sol Mayor, “La sorpresa” / Joseph Haydn.

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De entre las formas complejas del Clasicismo, resaltaremos la que supuso sin duda un antes y un después en la evolución de un nuevo estilo orquestal: la sinfonía. Esta forma es la evolución de la obertura de la ópera italiana o sinfonia avanti l´opera y se consolida gracias al auge de los conciertos públicos durante el siglo XVIII. El compositor Joseph Haydn, quien compuso la mayor parte de sus más de 100 sinfonías para la orquesta de su patrón el príncipe Nikolaus Esterházy, fue una figura clave en la configuración de la sinfonía, que acabaría consolidándose como género con las nueve sinfonías de L.V. Beethoven estrenadas entre 1800 y 1824. Con la sinfonía veremos la consolidación de un nuevo modelo estético, tras el pitagorismo medieval y la retórica renacentista: la música pura. Es decir, música instrumental no descriptiva ni bailable concebida únicamente para ser disfrutada a través de la escucha.

Del Clasicismo al Romanticismo: L.V. Beethoven

La Novena: genialidad y... ¿maldición?

En torno a 1798, Beethoven empezó a notar que estaba perdiendo la audición. Atormentado por un constante zumbido en los oídos y por las consecuencias profesionales y humanas del mal, escribió un conmovedor documento a modo de testamento personal. En él confesaba que había pensado en el suicidio, pero que al final decidió seguir adelante para servir al ideal de su arte. La carta que escribió, conocida como Testamento de Heiligenstadt, fue escrita en 1803 y dice así:

“Oh, hombres, que pensáis o decís que soy malévolo, obcecado o misántropo, qué poco me comprendéis. Desconocéis la causa secreta que me hace mostrarme como tal ante vosotros […] desde hace seis años me he visto atacado por una seria dolencia […]. Ah, ¿cómo podría aceptar una enfermedad en el único de los sentidos que, en mi caso, debe ser más perfecto que los otros…? Oh, no puedo hacerlo, y por ello os pido que me perdonéis cuando veis que me retiro […] qué humillación la mía cuando alguien que está junto a mí oye una flauta en la distancia y yo no oigo nada, o cuando alguien oye a un pastor cantando y de nuevo sigo sin oír nada. Incidentes como esos me llevan a la desesperación; un poco más y habría puesto fin a mi vida.

Sólo mi arte me ha detenido. Oh, me parecía imposible dejar este mundo antes de haber creado todo aquello que soy capaz de crear […]. Divinidad, tú ves mi alma más recóndita, tú sabes que en ella mora el amor por la humanidad y el deseo de hacer el bien. Oh, mis semejantes, si alguna vez leéis esto, considerad la injusticia que habéis cometido conmigo […]. Adiós, y no os olvidéis del todo de mí cuando esté muerto”.

Compuso su tercera sinfonía, Heroica, en 1802, cuando su sordera ya era considerable, lo que suponía una situación terrible para un músico que también se ganaba la vida como pianista y tenía a varios familiares a su cargo. Terminó su octava sinfonía en el verano de 1812 y pasarían casi doce años hasta que el 7 de mayo de 1824 se estrenara la siguiente y última, la Novena, que compuso y dirigió en un estado de sordera casi total (cuentan que cuando acabó el último movimiento, incapaz de escuchar los aplausos del público, tuvo que ser alertado por los músicos de la orquesta para que se diera la vuelta). En esa sinfonía Beethoven hizo saltar las fronteras de lo que se podía interpretar, rompió todos los esquemas y abrió las puertas al futuro. La importancia de esta composición es tal que fue declarada patrimonio de la humanidad en el año 2002.

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Copying Beethoven (escena del estreno de la Novena)

Pero, ¿qué hace de esta composición un punto de inflexión en la historia de la música? En toda la composición dominan los contrastes y el dramatismo, mas propios del Romanticismo que del Clasicismo. Cambia la estructura de la sinfonía, dobla su duración, e introduce importantes cambios en la instrumentación, incorporando la percusión con un papel muy relevante (esta sección no era habitual en las orquestas de esta época).

Pero, sin duda, la gran explosión surge en el cuarto movimiento, en el que aparece la Oda a la alegría, un emotivo canto a la fraternidad universal. Este último movimiento puede ser considerado una obra completa en sí misma. Introduce coro y cantantes solistas, dando a la voz la misma dignidad de la que gozaban los instrumentos, es decir, hizo de la voz un instrumento de la orquesta que aportaba nuevas texturas, timbres y efectos a la composición. Con la voz también le dio valor a la palabra poética, elevada a la forma de la sinfonía. Beethoven estaba muy comprometido con los ideales de la revolución francesa (igualdad, libertad y fraternidad). Por ello, esta obra, su última sinfonía, acaba con la glorificación de la Oda a la alegría de Schiller.

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Beethoven y el secreto de la melodía más famosa del mundo / Jaime Altozano

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Fue Beethoven quien, en la música académica, abrió el espacio a la libertad creativa, la subjetividad y la expresión emocional propia, valores acordes con la estética romántica. En él se registra el dominio de la tradición clásica en sus primeros años, y la sed de libertad y creatividad en los últimos. Beethoven fue la llave de una puerta que dio la entrada a un nuevo universo musical.

Más de veinte mil personas acompañaron su féretro por las calles de Viena, los niños no tuvieron colegio ese día. Beethoven fue una estrella. Y un luchador: compuso a pesar de la sordera, amó a pesar de los obstáculos, hizo una loa a la alegría a pesar de la depresión, pero… ¿dejó una maldición con su Novena?

“Parece que la novena sea un límite. Quien lo quiere pasar debe fallecer. Como si la Décima contuviera algo que no deberíamos todavía conocer, para lo cual no estaríamos listos. Los que escribieron una Novena se acercaron demasiado al más allá”

El estreno de la Novena de Beethoven supuso un verdadero impacto. Nadie había llevado la sinfonía hasta esos límites y muchos pensaron que nadie podría superarla. De repente, surgió la leyenda y con ella, la maldición de la novena. Tras la muerte de Beethoven no fueron pocos los compositores que murieron tras escribir su novena sinfonía: Franz Schubert, Antonín Dvorák, Anton Bruckner o Gustav Mahler. Este último es el ejemplo más impactante. Mahler tomó medidas concretas para ir contra la maldición. Para empezar, no le añadió número a su novena sinfonía. Luego, creó otra sinfonía, a la cual atribuyó esta vez el número nueve, cuando se trataba de su décima sinfonía, todo aquello pensando superar la trampa. ¿Habrán limitado los compositores su producción, privándonos de obras grandiosas, para escapar a la maldición de la novena sinfonía? No lo sabremos jamás. En todo caso, Gustav Mahler no pudo escapar de ella… No sería hasta 1953 cuando Dmitri Shostakovich (1906-1975), el mejor sinfonista del siglo XX, estrenó su sinfonía número 10 en mi menor, un acontecimiento que no se producía desde 1770, cuando Wolfgang Amadeus Mozart compuso su décima sinfonía. De esta forma, el compositor ruso ponía fin a la maldición.

Y yo me pregunto… Después de todo lo que acabas de leer, ¿vas a cerrar esta página sin escucharla antes? ;-)

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Sinfonía n.º 9 en re menor, op. 125 / L.V. Beethoven