Siempre nos quedará la música…

El Romanticismo abarca aproximadamente todo el siglo XIX. No obstante, es posible encontrar artistas del siglo XVIII que anuncian el Romanticismo y románticos que viven y trabajan hasta bien entrado el siglo XX.

En sus orígenes son muy importantes los poetas alemanes que escribieron alrededor de 1800: Goethe, Schiller o Herder. Estos poetas crearon un movimiento a finales del Clasicismo llamado Sturm und drang (en español, Tormenta y pasión) que buscaba la expresión de los sentimientos individuales, por encima de los esquemas formales clásicos. La vinculación entre Romanticismo literario y musical se produjo de forma bidireccional: por un lado poetas como E.T.A. Hoffmann ensalzaban las sinfonías de Haydn, Mozart y Beethoven al reconocer en ellas una capacidad de expresión pura propia del sentimiento romántico mientras los músicos recurrían a la literatura romántica buscando en ella un nuevo tipo de inspiración.

Los artistas románticos aman la naturaleza, lo fantástico, lo enigmático, las leyendas, lo que está fuera del límite de lo humano; persiguen la libertad de sus sentimientos; quieren ser sinceros con sus impulsos creadores, hasta el punto de que llegan a considerar la obra de arte y el artista como algo casi sagrado. Beethoven, que componía muchas veces al aire libre, se expresó así en una ocasión:

 

“Me preguntaréis de dónde extraigo mis ideas. No puedo decirlo con seguridad: acuden a mi sin ser invitadas. Podría casi tomarlas en mis manos, en plena naturaleza, en los bosques, durante mis paseos, en el silencio de la noche, con los primeros albores. Las despiertan estados de ánimo que, en el caso del poeta, se transforman en palabras y, en el mío, en sonidos que resuenan, rugen y gritan hasta que, por fin, se convierten para mi en notas”.

 

El siglo XIX va a darle la vuelta a todo. El mundo del pasado, representado por el dominio de la nobleza, por la economía agrícola y artesana y por la monarquía absolutista será puesto patas arriba, y por supuesto lo mismo pasará en el ámbito de las artes.

La música no podrá permanecer al margen de todas las revoluciones que tuvieron lugar. El Romanticismo literario se extenderá como la pólvora entre los músicos, quienes parecen tener en su mano la mejor de las formas de expresar lo que el romántico desea: lo inexpresable, lo infinito. De este modo, los compositores se lanzan a crear músicas que busquen la expresión de los sentimientos íntimos y personales que inundan la mente romántica: el amor, la pasión, la rebeldía, el miedo, la melancolía, el sufrimiento…

Los músicos románticos tenían todavía en su mente las formas clásicas, las estructuras en cuatro movimientos y con las partes bien diferenciadas. Sin embargo, estas formas irán perdiendo fuerza a medida que avancen las ideas románticas de libertad. El compositor no quiere ya verse limitado por las estructuras del siglo XVIII, e irá saltándose las reglas una y otra vez: obras con más o menos movimientos, estructuras cambiantes, armonías extrañas, dinámicas extremas y combinaciones sonoras muy atrevidas. Al romántico le gusta llegar a los límites y saltárselos.

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Cabalgata de las Valkirias / Richard Wagner

Clasicistas y modernistas

Desde el punto de vista formal nos vamos a encontrar con dos corrientes:

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1Los músicos alemanes, encabezados por Felix Mendelssohn y Robert Schumann, buscaron dotar a la música alemana de una identidad nacional y reivindicaron la tradición musical alemana, desde Bach hasta Beethoven pasando por Haydn y Mozart. Aunque no estuvieron ajenos a los nuevos gustos, siguieron cultivando las formas clásicas (sonata, variaciones, rondó, etc.), tanto en sinfonías como en conciertos para solistas, si bien actualizaron el papel de la orquesta dotándola de un papel más sinfónico que la situara en un plano de igualdad con el solista y no como mera acompañante. Los músicos que participaron de esta corriente pasaron pronto a considerarse clasicistas. Defendían el formalismo, que considera que el valor estético de la música reside en ella misma (en su concepción, su estructura y su realización), y que todo valor adquirido a través de su asociación con elementos externos (poesía, drama, virtuosismo, etc.) no solo no es importante, sino que puede ser engañoso. La música de cámara constituyó quizá, el ámbito más característico de los compositores Aunque también consideraron como propios el lied, la sinfonía o la música para piano, la música de cámara fue la que mejor encarnaba la idea de música pura.

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Concierto de violín op.64 / Felix Mendelssohn

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Concierto de piano op.54 / Robert Schumann 

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Trío op.100. Andante con moto / Franz Schubert

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2A partir de las Revoluciones de 1848 comienzan a escindirse de la corriente anterior músicos que aspiraban a romper los moldes del pasado, como Hector Berlioz, Franz Liszt o Richard Wagner. Conocemos a estos compositores como modernistas. Este círculo de músicos defendía que la música debía ser portadora de significados, bien a través de asociaciones literarias o poéticas o fundiéndose con otras artes como “obra de arte total”. Pensaban que la música tenía un verdadero poder transformador en la sociedad.

De las formas clásicas ya hablamos en la entrada anterior así que aprovechemos ahora para centrarnos en las innovaciones modernistas…

La sinfonía programática y el poema sinfónico

La sinfonía programática constituyó un intento de superar el estancamiento en el que había quedado la sinfonía tras los últimos esfuerzos realizados por Beethoven y se caracteriza por la presencia de un argumento, normalmente evocador de los grandes conflictos humanos.  Este género se convertirá en un campo para la experimentación con el leitmotiv -asociación de motivos musicales a los distintos personajes o situaciones de la historia- y la orquestación. A veces se utilizaba el mismo motivo musical en los distintos movimientos o secciones de la obra (forma cíclica).  La Sinfonía Fantástica (1830) de Berlioz es considerada la primera sinfonía programática moderna y por ello le dedicaremos un apartado más adelante.

El poema sinfónico tiene características similares a la sinfonía programática, con la diferencia de que mientras que en la sinfonía cada parte, cada movimiento de la sinfonía, describe un episodio de la historia, en el poema sinfónico todos los episodios se desarrollan sin interrupción, en un solo movimiento.

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Introducción a la Sinfonía Fantástica / Hector Berlioz

4º mov. Marcha al cadalso [1830]. Esta sinfonía es la obra pionera y estandarte de la sinfonía programática romántica. Consta de cinco movimientos y cuenta con un leitmotiv: La idée fixe, que representa a la amada. El consumo de opio lleva al artista en el cuarto movimiento a soñar que ha asesinado a su amada y es conducido a su ejecución en una ruidosa procesión.

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El aprendiz de brujo / Paul Dukas

Sobre texto de Goethe, este poema sinfónico representa la historia de un aprendiz que, sin permiso, hechiza una escoba para que le ayude a cargar agua). Se ha hecho muy popular gracias a la película que Disney hizo sobre él.

Poesías sonoras: el lied y las pequeñas formas para piano

Durante el romanticismo, la música de cámara cobró mucha importancia. En la música vocal, el lied (en alemán “canción”; en plural lieder) se convirtió en la forma de Hausmusik (música doméstica) favorita del Romanticismo alemán a partir de la década de 1810. Se trata de canciones para piano y voz compuestas sobre textos poéticos.

Aunque no se puede hablar de una estructura totalmente definida respecto a esta forma, partiendo de que la base del lied es un poema, nos encontramos frecuentemente con una estructura por estrofas, muchas veces con estribillo, con un acompañamiento musical que suele repetirse en cada una de las estrofas y estribillos siguientes. En cualquier caso, hay muchas excepciones, abundando también las formas ternarias.

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Winterreise / Franz Schubert 

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En la música instrumental, el piano se convirtió en el instrumento prediclecto de los románticos por sus posibilidades expresivas, cercanas a las de la voz humana. Por eso las formas vocales solistas fueron pasando de un repertorio a otro. De esta manera, del lied derivaron las piezas líricas para piano, pequeños poemas sonoros cuyas características principales eran la libertad formal y el carácter casi improvisado. Schubert, Mendelssohn, Schumann o Chopin fueron algunos de sus exponentes más importantes. Con títulos evocadores como Romanza, Fantasía, Nocturno o Preludio, no se puede establecer un patrón formal para estos pequeños poemas sonoros, aunque es frecuente la forma ternaria ABA.

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Nocturne No. 1 in Si bemol Minor, Op. 9, No. 1 / Frédéric Chopin

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Estudio nº 12, op. 25 / Frédéric Chopin

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Intermezzo nº 2, op.117 / Johannes Brahms

Una historia muy romántica para una Sinfonía… ¡Fantástica!

En 1827 el joven, impulsivo y enamoradizo Hector Berlioz, romántico hasta la médula, acudió a la representación de dos obras de William Shakespeare: Hamlet y Romeo y Julieta, a pesar de no entender ni una sola palabra de inglés. En los papeles de Ofelia y de Julieta, respectivamente, actuaba la actriz irlandesa Harriet Smithson, consumada shakespeariana y de quien nuestro Berlioz se enamoró locamente.

Comenzó a enviarle cartas al teatro, explicándole con palabras muy románticas su admiración y amor por ella, lo que representaba para él, que no podía vivir sin ella… ¡Todos los días! ¡Varias veces al día! Si eso no es un loco amor romántico… El caso es que Harriet nunca contestó ni se dio por aludida (¿pesado tal vez?). Al fin, al cabo de varios meses, decidió dejar de escribir cartas de amor para volcar sus emociones en componer una obra musical: La Sinfonía Fantástica, que usaría de algún modo para desahogarse y… ¿olvidarla?

La sinfonía, cuyo título original fue “Episodio de la vida de un artista, Sinfonía Fantástica en cinco partes” (sí, en cinco partes, lo que ya fue bastante novedoso, pues recuerda que lo normal hasta entonces era que las Sinfonías tuvieran cuatro movimientos), fue todo un éxito desde su estreno. El programa o argumento de la sinfonía relata los sueños y visiones que el insistente recuerdo de la amada le induce al protagonista, a ese artista del título de la obra, visiones y sueños debidamente ayudados, o directamente inducidos, por el consumo de un alucinógeno: el opio.  El director de orquesta Leonard Bernstein describió esta sinfonía como “la primera sinfonía psicodélica de la historia”.

En la primera parte de la sinfonía nos encontramos con una melodía o idée fixe (idea fija) que representa a la amada del artista, y que reaparece a lo largo de los cinco movimientos de la sinfonía trazando así un hilo conductor musical. Este procedimiento, que el compositor alemán Richard Wagner llamó leitmotiv, ha llegado hasta nuestros días, siendo muy utilizado en las bandas sonoras de películas.

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      Idée fixe de la SInfonía Fantástica

Pero, ¿y qué paso con Harriet? Pues resultó que lo que no consiguieron las cartas lo consiguió la música y, al final, nuestro querido Hector tuvo éxito en sus desvelos: en 1833, tres años después de su estreno, la bella Harriet escuchó por fin en una Sala de Conciertos esta Sinfonía e inmediatamente se dio cuenta de que había sido enteramente escrita para ella… Sólo para ella. Harriet bajó sus barreras, se conocieron al fin, y al poco tiempo se casaron. Y fueron felices, y… A los pocos años se separaron, tras pasar los últimos tiempos de su corto matrimonio entre decepción y amargura. Bueno, qué le vamos a hacer, el amor es eterno mientras dura. ¡Menos mal que siempre nos quedará la música!