Mujeres en la Antigüedad y en la Edad Media: Música, Amor y Libertad

De la hermonsa luna

De la hermosa luna los astros cerca

hacia atrás ocultan luciente el rostro

cuando aquella brilla del todo llena

sobre la tierra…

La composición musical femenina en la Edad Media tiene un nexo de unión: la escritura sobre el amor divino y humano. A través de su música, descubrimos en estas mujeres una voluntad capaz de desafiar convenciones sociales e ir mucho más allá de la falsa idea de la Edad Media como una “edad oscura”.

LAS BIZANTINAS

La herencia de la Antigüedad clásica proporcionó a Bizancio una tradición de mujeres compositoras cercanas a la corte y de elevada instrucción, como Safo de Lesbos. En los primeros siglos del Imperio Romano de Oriente, se hacía música para acompañar obras de teatro y otros eventos, en los cuales las mujeres participaban junto a los hombres, cantando, bailando y tocando instrumentos. De este tipo de música no se conserva ningún documento.

La mayoría de las compositoras cuyos nombres han sobrevivido eran monjas, cultas y de clase social elevada, que componían sus cantos para que los interpretaran sus hermanas de congregación. Así los conventos fueron centros de gran actividad musical. Destacaremos a Kassia (Constantinopla 810–hacia 867), primera compositora bizantina cuya música se conserva. Su fama ha eclipsado a otras compositoras del Imperio Romano de Oriente, a las cuales precede en casi dos siglos. Provenía de una familia noble, que formaba parte de la corte imperial, razón por la cual recibió una educación exquisita, basada en el estudio de la Grecia Clásica.  Se le atribuyen unas cincuenta obras litúrgicas (aunque solo veinticuatro son genuinas, mientras que el resto han sufrido retoques efectuados por músicos posteriores) y escribió 261 piezas literarias.

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Petron ke Pavlon-VocaMe (Kassia)

LAS BEGUINAS

En el siglo XII, primero en Flandes y en seguida en toda Europa, apareció este movimiento protagonizado por mujeres que se dedicaron a la vida espiritual sin aceptar las normas de un monasterio, sin votos ni autoridad externa, pudiendo abandonar su compromiso cuando quisieran.

Se establecieron en las ciudades para vivir en comunidades que siguieran sus propias normas. Las guiaba el interés por el conocimiento de las escrituras y una profunda espiritualidad; pero pronto se volvieron hacia su entorno y se entregaron a la caridad, la enseñanza de niñas y el cuidado de las y los enfermos cotidiana y humildemente.

Algunas eran de clase alta y media-alta y por tanto poseían una amplia cultura. Conocían bien las tendencias literarias de su época y contribuyeron al desarrollo de la literatura, ya que escribieron en lengua materna, no en latín, con lo que además su pensamiento podía ser comprendido por cualquiera.

De una forma callada ejercían un magisterio espiritual en las gentes que escapaba al control de la Iglesia. Varias beguinas tuvieron experiencias místicas sobre las cuales escribieron y compusieron, siguiendo el estilo trovadoresco. Sustituyeron el amor cortés por el amor místico en poemas y canciones que se presentaban como diálogos entre la Dama Alma y la Dama Amor.

Su opción de vida y su independencia intelectual causaron la alarma en el seno de la Iglesia, cuya autoridad quedaba en entredicho, esto dio lugar a una persecución que en unos casos obligó a las beguinas a ingresar en órdenes religiosas o dispersarse y en otros, como el de Margarita Porete, conllevó la muerte en la hoguera.

Destacaremos a Hadewijch de Amberes (hacia 1230-hacia 1265) Se le supone un origen noble, como muestran sus profundos conocimientos teológicos y su brillante dominio de las tendencias literarias del amor cortés, no sólo por la estructura compositiva, sino por las imágenes y temas de los que se vale para expresar su unión mística con Dios. Esta maestra de beguinas, que poseía una erudición exquisita, une su condición visionaria con la labor cotidiana al cuidado de las personas enfermas, pobres y ancianas, además de ejercer su magisterio con autoridad. Como muchas otras mulieres sanctae (mujeres santas), sufrió persecución. Su comunidad fue disgregada y ella fue obligada a huir, aunque mantuvo correspondencia con sus pupilas. Está considerada madre de la lengua flamenca. Los Poemas estróficos son en realidad canciones escritas al estilo trovadoresco, para servir de oración a sus jóvenes alumnas, que de esta forma las memorizaban mucho mejor y asimilaban los pensamientos que se les quería transmitir.

LAS MONJAS Y CANONESAS

Una manera de librarse de la supeditación al varón era ingresar en un convento, donde las abadesas tenían autoridad e independencia. Los monasterios se convirtieron en lugares de libertad femenina, donde las mujeres podían desarrollar sus capacidades intelectuales, artísticas y espirituales, así como recibir y desarrollar una formación cultural amplísima.

En el siglo XIII todas las órdenes tenían religiosas, probablemente las maestras de coro, que componían los cantos para ser interpretados por el resto de la congregación, como muestran el Códice del monasterio de Las Huelgas. Las canonesas o canónigas nacieron a principios de la Edad Media con una especialización musical concreta: el canto cotidiano de las horas canónicas. Se distinguían de las monjas en que no hacían voto de pobreza. Ellas fundaron y sostuvieron durante siglos muchas instituciones de canonesas, en las que daban a las niñas y adolescentes una educación exquisita.

HILDEGARDA DE BINGEN (1098-1179)

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Hildegarda de Bingen nació en el seno de una familia noble. Fue la menor de diez hermanos y hermanas y manifestó una fisiología delicada y un carácter imaginativo desde muy niña. Sus visiones comenzaron a los tres años, según decía ella misma.

A los catorce años su madre y su padre decidieron entregarla al convento benedictino de Disibodenberg, donde adquirió profundos conocimientos de latín, griego, liturgia, música, oración y ciencias naturales y además una disciplina ascética de manos de su maestra espiritual, Jutta de Sponheim (1091-1136).

A los dieciocho años Hildegarda tomó los hábitos benedictinos y en 1136, al morir Jutta, asumió la dirección del convento, trasladándose a Rupertsberg con su congregación en 1150. A la edad de cuarenta y dos años le sobrevino el episodio de visiones más intensas, durante el cual recibió la misión de predicar la comprensión religiosa que le había sido otorgada. Con la ayuda de tres secretarios, escribió no sólo lo que veía sino también lo que oía. Compuso setenta y siete cantos y un drama litúrgico musical. También escribió tratados de biología, medicina, etc. Su música posee un lenguaje personalísimo, que rompe algunos límites de la composición litúrgica de la época y la hace plenamente reconocible.

Un comité de teólogos legitimó sus visiones y mensajes y le permitió explicarlos en templos y plazas públicas. Tal fue su fama, que llegó a ser conocida como la Sibila del Rhin. La gente la buscaba para escuchar sus palabras de sabiduría, para curarse o para que la guiara. Realizó varios viajes de predicación y mantuvo correspondencia con los más destacados personajes de la época, ofreciendo sus consejos y participando en los conflictos políticos.

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Voices of Angels – Voices of Ascension. (Hildegard von Bingen)

Basándose en sus visiones, Hildegarda atacó seriamente las costumbres de la Iglesia y la denunció por su corrupción y por estar alejada de los preceptos de la compasión. Además desafiaba sus mandatos y sus formalidades, lo cual le valió al final de su vida la prohibición de componer o interpretar música litúrgica en su convento. Escribió una dura carta de advertencia al arzobispo de Mainz y consiguió que se retirase ese interdicto seis meses antes de morir.

LAS QAINAT

Según la tradición bíblica, las inventoras de los instrumentos musicales fueron hijas de Caín, las qainat (en singular, qaina), como se designa a las cantoras y músicas árabes. Desde los primeros tiempos del imperio musulmán las mujeres aparecen como responsables de la composición e inter pretación musical, además de ser danzarinas.

En los periodos políticos omeya y abasida, algunas de estas mujeres eran nobles y otras eran esclavas que desde muy niñas recibían una formación musical muy completa, ya que no sólo cantaban y se acompañaban con varios instrumentos, sino que también poseían profundos conocimientos de poesía, caligrafía, composición… Una vez que dominaban estas artes se encargaban de la formación de otras jóvenes qainat. En muchos casos conseguían su libertad y creaban sus propias escuelas e incluso orquestas enteras de músicas, que eran elogiadas en los tratados de música.

La propagación de la cultura musical árabe por todos los rincones de Arabia tiene como origen la costumbre de algunas familias poderosas de enviar a sus esclavas a la Meca o a Medina para así conseguir mayor prestigio y beneficios a su costa.

A pesar de su condición de esclavas, fueron mujeres muy admiradas. Eran personalidades públicas dignas de respeto y no en pocas ocasiones acabaron siendo esposas de califas y otros gobernantes. Las qainat de Al Andalus tuvieron, sin embargo, un estatus de mujeres libres y algunas eran de cuna noble.

La música que comenzó a componerse en Al-Andalus acabó influyendo en el estilo de la música que se hacía en los reinos peninsulares más septentrionales, como muestran las melodías de las Cantigas de Alfonso X. Se trataba de un estilo nuevo de canción estrófica (zéjel, moaxaja, etc.) que no se daba en otras zonas del imperio musulmán y que más adelante tendría influencia en el estilo compositivo de los trovadores, troveros y minnesänger.

Destacaremos a Jamila (Medina, ¿-725) y Wallada Bint Al-Mustafkí (Córdoba 994-1091). Ésta última,  hija única del Califa Al-Mustafkí, huyó de Córdoba y murió en esa escapada. Wallada heredó la fortuna de su familia que le sirvió para llevar una vida independiente. Su actitud orgullosa, su hermosura, que mostraba públicamente y su vasta formación resultaban intolerables y por eso tuvo muchos enemigos y enemigas, aunque también apoyos importantes, como el del visir Ibn Abdus, que le dio cobijo cuando se arruinó y la ayudó hasta su muerte. Wallada permaneció soltera durante toda su vida.

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Wallada bint al-Mustakfi

LAS TROBAIRITZ

Dentro de la revolución literaria que supone la poesía del amor cortés, las trovadoras aportan un punto de vista propio de las convenciones de los siglos XII y XIII. Frente a la idealización de la mujer distante y fría que impone pruebas de castidad al caballero, sus más de treinta canciones proponen un amor cercano y vivo, que se enfrente a las envidias de los recelos ajenos sin vergüenza.

La lírica trovadoresca, que comenzó en Aquitania, se escribía en lange d’oc. Las damas nobles accedieron a una educación exquisita que les permitía dominar no sólo este lenguaje, sino la creación e interpretación musical, realizando canciones de altísimo nivel compositivo.

La extensión del fenómeno trovadoresco a otros lugares de Europa, como Alemania, el norte de Italia y Cataluña, conlleva una representación femenina en todos ellos. Aunque no se encuentran muchos ejemplos, algunos son concluyentes, como Blanca de Castilla.

La importancia de la renovación formal y de valores que supone la canción del amor cortés se puso de manifiesto también en el tiempo, cuando fue adoptada por la mística centroeuropea del siglo XIII. Los temas tratados más a menudo en las canciones de las trovadoras son: cantos al amor cumplido, lamentos por la frialdad del enamorado o la enamorada, intercesiones a favor de un enamorado que ha cometido un error, peticiones de consejo, peleas entre amantes, declaraciones de amor y cuestiones de ética amorosa, entre otros.

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Cansos de Trobairitz