El laberinto barroco

En la música barroca es muy importante la representación de los sentimientos y los afectos del ser humano. Como en otros campos de la vida intelectual, las mujeres tuvieron difícil poder dedicarse a la composición musical como actividad principal. En el Barroco las compositoras buscaron vencer los obstáculos por tres vías diferentes: 

Componiendo música para ser interpretada en fiestas y celebraciones. Este camino sólo era accesible para damas de la corte antes de su matrimonio y excepcionalmente tras este cuando su rango sobrepasaba ampliamente el de su esposo.

Muchos son los documentos que atestiguan que la educación musical fue una parte esencial de la formación de las mujeres con cierta posición social. Al mismo tiempo existen los que rechazan la práctica del canto o de la interpretación una vez que las mujeres habían contraído matrimonio. Afortunadamente algunas de estas damas lograron dejar su legado musical antes de casarse.

  Siendo monjas y componiendo música para solemnizar las celebraciones religiosas de su comunidad. 

  Dedicándose a componer profesionalmente, para lo que la mayoría optaba por casarse con un músico y trabajar conjuntamente. También se daba la práctica de obtener un matrimonio pactado a través de un mecenas. De este modo una mujer con extraordinarias cualidades musicales lograba de su patrón un contrato que incluía un marido (normalmente un músico a su servicio) que acataba la condición profesional de su esposa. 

FRIEDERIKE SOPHIE WILHELMINE

Hija del rey Federico Guillermo I de Prusia y de Sophia Dorotea de Hannover, hermana y confidente de Federico II “El Grande”. Desde niña demostró un gran interés por la literatura y las artes. Estudió laúd, logrando con este instrumento un alto grado de virtuosismo. Sus obligaciones políticas como hija del rey de Prusia no le impidieron componer e interpretar la música para los conciertos que se celebraban en la corte. Propició una profunda revolución artística en la ciudad de Bayreuth, fundando la Universidad de Erlangen, construyendo el nuevo teatro de la ópera y recuperando el antiguo gran teatro. Con estas reformas convirtió a la ciudad en uno de los centros intelectuales del Sacro Imperio Romano. De entre sus composiciones se conservan 6 arias de una ópera y un concierto para clavicémbalo.

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FRIEDERIKE SOPHIE WILHELMINE, Concierto para clave en Sol Mayor

FRIEDERIKE SOPHIE WILHELMINE, Argenore

FRANCESCA CACCINI “La Cecchina”

En el hogar de la familia Caccini la música era el negocio familiar. En este caldo de cultivo, el talento de la hija mayor de Giulio Caccini (nada más y nada menos, que uno de los inventores de la ópera) sólo tuvo que desarrollarse naturalmente para llegar a ser una reconocida compositora de fama europea.

Desde los 13 años participaba como cantante junto a su hermana Settimia y su madrastra Margherita en las óperas y obras de cámara que su padre estrenaba en la corte de los Medici para la que trabajaban. Las capacidades de Francesca eran tales que su padre se implicó directamente en la búsqueda de un sueldo para ella como compositora. Este afán siempre tropezó con la negativa de que una mujer tuviese una profesión remunerada. A pesar de eso, en 1607, en la avanzada corte de los Medicis y por orden de la Gran Duquesa Cristina de Lorraine, ofertaron a La Cecchina (su nombre artístico) un contrato que incluía un “marido a medida”: el cantante Giovanni Battista Signorini, que encontrándose en una situación monetaria precaria no tenía muchos argumentos para negarse al pacto.
En 1625 Francesca Caccini publica la que se considera la primera ópera compuesta por una mujer en la historia de la música. Encargada y bajo el auspicio de la regente de Florencia, la Archiduquesa María Magdalena de Austria, La liberazione di Ruggiero dall’isola d’Alcina es un canto al potente feminismo de la corte florentina. Desde entonces las noticias sobre su vida se hacen confusas por lo que no se tiene certeza sobre la fecha exacta de su muerte.

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FRANCESCA CACCINI – La liberazione di Ruggiero dall’isola d’Alcina

BARBARA STROZZI

Barbara nació en la residencia veneciana de Giulio Strozzi. Su madre, Isabella Garzoni era la sirvienta de la casa. Sea como fuere, Barbara fue adoptada y querida por Giulio, quien puso todo su empeño en favorecer la formación musical de su hija y lanzar su carrera.

Al final del siglo XVI y comienzo del XVII Venecia era un hervidero de intelectuales que se reunían en las “accademie” para discutir sobre filosofía, literatura, música, etc. Giulio Strozzi fue un personaje que estuvo inmerso en esta vida y su hija era habitual participante de los conciertos que en aquellos espacios se ofrecían. Su virtuosismo musical impulsó a su padre a fundar en 1637 una academia para ella: la Accademia degli Unisoni. Aquí se institucionalizaron las actuaciones de Barbara y era ella quien proponía los diversos temas sobre los que se debatía en la academia.

Il primo libro de madrigali (Venecia, 1644) es la primera publicación de las ocho que conforman el corpus de Barbara Strozzi. En ellas la forma reina es la cantata, auténticas óperas en miniatura en las que los profundos conocimientos vocales de Barbara se reflejan en un gran sentido melódico y dramático al servicio del texto.
Tras la muerte de su padre en 1652, van apareciendo las siguientes publicaciones bajo el auspicio de grandes aristócratas y reyes.

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BARBARA STROZZI – Il primo libro de madrigali

LAS PRIMADONNAS

Fue durante el período barroco cuando nació el género operístico y con él las primadonnas. Estas virtuosas del canto eran auténticas ídolas de masas, pero además eran compositoras. El papel de las y los intérpretes, hasta bien entrado el siglo XVIII, iba más allá de lo que hoy entendemos. La partitura era habitualmente era una guía, unos trazos aquí y allá de lo que el compositor o la compositora tenía en su mente, así que las cantantes debían “completar” sus arias con adornos y transiciones. Este trabajo cotidiano las capacitaba para crear sus propias obras que interpretaban en recitales o que incluso interpolaban en óperas de otros y otras artistas. Entre las primadonnas destacaron Francesca Cuzzoni (1700-1772), Andreana Baroni (1580-1640) y sus hijas Leonora (16111670) y Catterina. Las Baroni son paradigma de este fenómeno, pues su fama llegó hasta tal punto que lograron el reconocimiento artístico y social, sin que una figura masculina dirigiese sus vidas, prodigando sus actuaciones por toda Europa.

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FRANCESCA CUZZONI