Westerns, espectáculos y suspense: Tiomkin, Rózsa y Herrmann

Dimitri Tiomkin

Las nuevas técnicas aplicadas para multiplicar la espectacularidad y atraer a un público que estaba prestando más atención a la televisión (el Cinerama, el Cinemascope, el sonido estereofónico) lograron llenar las salas de los cines. Musicalmente, Dimitri Tiomkin fue uno de los que mejor supo adaptar la música a estos avances, gracias a su estilo grandilocuente. Siendo un hombre de apasionada personalidad, obsesionado con hacerlo todo a lo grande y rey de la autopromoción, dio mucho de sí a lo largo de la década, con espectaculares partituras como las de Search of Paradise (1957) o especialmente Giant (1956), de George Stevens, películas con gran cantidad de música, muy variada y marcadamente épica, con poderosísimos e imponentes temas principales, motivos románticos y baladas. Pero donde realmente reinó fue en el western, género que revolucionó gracias a Sólo ante el peligro (1952), la película de Fred Zinnemann protagonizada por Gary Cooper y Grace Kelly. Para entender su dimensión real hay que señalar que, en los treinta y cuarenta, las partituras para las películas del Oeste respondían generalmente a criterios de funcionalidad dictados desde los estudios, quienes mostraban poco interés por creaciones empleadas como mero acompañamiento, desaprovechando las amplias posibilidades ofrecidas por el carácter duelístico de los argumentos, las secuencias de acción, el retrato de personajes desarraigados o los poderosos paisajes desérticos. Tiomkin logró lo que ningún western había alcanzado anteriormente, y es que los espectadores, a la salida de los cines, recordasen la música que habían escuchado durante la proyección. Pudo hacerlo por dos motivos esenciales: en primer lugar, por la inclusión de una canción en forma de tema inicial y final, y en segundo lugar, por el dramatismo de la música sin precedentes en este género. Tiomkin agudizó la tensión, proporcionando toda la información necesaria para describir el estado anímico y psicológico del protagonista.

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Giant (1956) – George Stevens

Sólo ante el peligro (1952) – Fred Zinnemann

Bernard Herrmann

Bernard Herrmann desarrolló su carrera en los cincuenta en dos vertientes que le reportarían reputación y prestigio. Una fue el cine fantástico, en el que crearía partituras de gran interés; otra, el inicio de su colaboración con Alfred Hitchock, con quien realizaría varios de los mejores momentos cinematográficos y musicales en la historia del cine. El género fantástico fue un terreno en el que se movió como pez en el agua, por el placer de poder experimentar para describir hechos ficticios e irreales, animales o fenómenos extraños, dado que la gran ventaja del género es que en él todo está permitido: desde los viajes al centro de la Tierra hasta la lucha con esqueletos pasando por el encuentro con gigantes. Su inteligencia y sensibilidad le permitió conectar con otro mundo único, el de Hitchcock. El director llevaba años sopensando la posibilidad de trabajar con él, pero no lo hizo hasta The Trouble with Harry (1956), primera película del mago del suspense en la que la música jugó un rol indisociable respecto a las situaciones, no en relación a los personajes. Cuando ambos se encontraron, se complementaron plenamente: Hitchcock delegó en Herrmann buena parte de la responsabilidad de sus filmes, y Herrmann respetó a Hitchcock como nunca antes ni después respetaría a director alguno. The Wrong Man (1957) supuso un primario pero decisivo paso adelante en el estilo de Herrmann con el director: la banda sonora propuso una información que ni los actores ni el guión ofrecían por sí solos. Este avance se consolidó en Vértigo (1958), una de los mejores largometrajes de su director y también una de las mejores bandas sonoras escritas para el cine. Hitchcock confió en Herrmann para que plasmara todo aquello que el espectador no podía ver: la turbación interna, las emociones escondidas, la pasión a flor de piel. En definitiva, Vértigo se convirtió en una de las obras cumbre de la cinematografía no solo gracias a la maestría de su realizador, sino a la aportación del expresivo músico.

Más ejemplos de Bernard Herrmann

Vértigo (1958) – Alfred Hitchock

Psicosis (1960) – Alfred Hitchcock

La música más TERRORÍFICA de la historia del cine. Jaime Altozano

Miklós Rózsa

Aunque Fox realizara también superproducciones, parte de las más importantes corrieron a cargo de Metro Goldwyn Mayer, que primó películas coloridas y fastuosas, frente a las producciones sobrias de United Artists, Warner Bros. o la propia Fox. Para ello, el estudio del léon dispuso de departamentos artísticos equipados con los decoradores, diseñadores de vestuario y directores de fotografía más capacitados para poner en práctica una concepción del cine más luminosa y extravagante, que encontró sus mejores exponentes en musicales y en películas históricas que aprovecharon todos los avances técnicos. Miklós Rózsa, tras su etapa con el cine negro, cambió de registro a su llegada a MGM, donde desarrolló una vasta obra dedicada a filmes ambientados en la vieja Roma y en la Edad Media. El primero de los filmes en los que pudo ponerlo en práctica fue Quo Vadis (1951), para la que se llegó a reconstruir viejos instrumentos empleados como figuración en la película, pero sin duda su creación más espectacular fue Ben-Hur (1959), en la que excepcionalmente dispuso de dieciocho meses para escribirla. Sin premuras de tiempo tuvo garantías necesarias para realizar un trabajo lleno de fuerza y variedad, con elevado número de temas y sentido de la espectacularidad, dramatismo, romanticismo y misticismo, componentes de una banda sonora que marcó un hito en la historia del cine. Rózsa también se mostró idóneo para poner música a filmes ambientados en la Edad Media. Prueba de ello fue Ivanhoe (1952) donde, como ya hiciera en Quo Vadis, prosiguió con sus investigaciones históricas.

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Quo Vadis (1951)

Ben Hur (1959)

Un ejemplo de los excesos de la Metro:

La carrera de cuádrigas de Ben Hur

El cine musical en los años 50

La producción de cine musical no fue tan numerosa como en la década anterior, pero hubo un puñado de películas que consiguieron romper la diferencia y tener su hueco en la historia del cine.

Comenzaremos destacando Un americano en parís (1951), con música de George Gershwin y protagonizada por Gene Kelly, ganadora de seis Oscar, incluyendo mejor película y guion. Una película original con gran vestuario y que cuenta con estupendos números que parecen pintura en movimiento. Su director Vicente Minnelli estuvo casado con la famosa Judy Garland y fue el padre de otra estrella del género, la fantástica Liza Minelli.

Aun así Minelli no será el encargado de orquestar uno de los mejores musicales de la historia del cine; un jovencísimo Gene Kelly que ya había actuado y coreografiado algunos de sus bailes, dirigió y produjo Cantando bajo la lluvia (1952). Una película que rinde homenaje al género contando la historia de un rodaje que parece irse al garete, protagonizada por el propio Kelly al lado de Debbie Reynolds y Donald O’connor que tacharon al director de ser un auténtico perfeccionista. La canción “Singin’ in the rain” es mundialmente conocida aunque Kubrick también tiene algo de culpa.

Fred Astaire seguía dando que hablar pero trabajo menos debido a sus años. Tras algunos títulos menores, Siete novias para siete hermanos (1954) consigue tener los ingredientes para ser uno de los musicales por antonomasia. Marilyn Monroe entrará en escena con Luces de candilejas y la estupenda Los caballeros las prefieren rubias dirigida por Howard Hawks e interpretada por Jane Russell.

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Un americano en París (1951)

Singing in the rain (1952)

THE MEDAILLON CALLS / BRAVEHEART

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