Dos detectives llamadas Cecilia Bartoli y Donna Leon
Agostino Steffani (Castelfranco Veneto, 1654-Fráncfort, 1728) es un personaje “curiosísimo” del que se sabe muy poco aunque todo es “jugoso”. Nació en una familia noble italiana. Creció y se educó en Padua y comenzó su carrera musical en el coro de la Basílica de San Marco de Venecia (probablemente fue castrato), y desde allí fue contratado por el Conde Tattenbach para viajar a Múnich, donde completó su educación. Publicó su primera obra, «Psalmodia vespertina», en 1674. Fue nombrado organista de la corte y en 1680 ordenado sacerdote. Un año después escribió su primera ópera «Marco Aurelio». En 1692 fue enviado a varios principados alemanes en condición de diplomático, tarea gracias a la cual Inocencio XI lo consagró obispo de Spiga. Llegó a ser nuncio apostólico en la Corte protestante del Norte, e incluso espía y urdidor de matrimonios reales (participó en las maniobras diplomáticas para casar a Max Emanuel). Bartoli cree que Steffani es un genio olvidado, un puente entre Monteverdi y Bach y Haendel, cuya música describe como “espiritual sin ser necesariamente sacra, una música dulce, virtuosa, llena de pasión, emoción y color”
Por su parte, Donna Leon, admiradora y amiga de Bartoli, amante de la música antigua y una de las autoras de novela negra de mayor éxito, confiesa haber sentido una enorme atracción por un personaje como Steffani, paradójico y de grandes contrastes. La escritora ha insistido en que no ha querido escribir una “novela histórica”, “de capa y espada”, sino “traer a 2012” el misterio de su vida desentrañado por una musicóloga. Sobre Steffani: “si escuchas cuatro arias nunca sabrías que son del mismo compositor, es alucinante […] Si tienen perro habrán comprobado que si le ponen comida en la mano, él va a la mano. Eso me pasó con la propuesta de Cecilia cuando me habló de Steffani. No sabíamos si era un “castrati” o espía en el Vaticano. Me entró curiosidad y apetito. Pensé que era una buena idea hacer algo en conjunto. Aquello que estábamos descubriendo merecía la pena».
Para Bartoli fue una sorpresa descubrir su obra: «Dieciséis óperas, variedad de arias y los duetos de piano. Cada vez que hallaba algo nuevo llamaba a Donna». Ella, por su parte, se preguntaba qué le podía interesar: «No sabía nada. ¿Era un “castrati”? Parece que tenía el respeto de una sociedad machista. Algunos de ellos triunfaban, como Farinelli, que era el Mick Jagger del momento». Y Bartoli prosigue: «No hay prueba de sus relaciones, ni masculinas ni femeninas. Vivía en soledad, aunque trabajó en palacio como maestro de música y manejaba muchos secretos. La pregunta es, ¿cómo se puede entender que después de 300 años no se conozca una música tan maravillosa?».