La sinestesia: ¿un problema o una virtud?
¿Puede ser amarillo un sonido? ¿Puede provocarnos frío un olor? ¿Puede algo tener un sabor puntiagudo? Pues si, si eres un sinesteta. Pero… ¿qué es la sinestesia? Esta facultad es descrita por los neurólogos como una comunicación anómala entre áreas cerebrales, un “cruce de cables” que lleva a algunas personas a experimentar sensaciones en un determinado sentido (por ejemplo, el oído) cuando se estimula otro (pongamos, el tacto). Es decir, que pueden ver formas geométricas de colores cuando escuchan una canción, por ejemplo. Y no, no es fruto de su imaginación. Lo sienten de verdad.
Dependiendo de los sentidos que se crucen hablamos de distintos tipos de sinestesias. Los individuos sinestésicos suelen tener gran memoria visual y mayor coeficiente intelectual que la media, ser zurdos o ambidiestros y muy imaginativos. Respecto a la música, que es lo que nos interesa, la particularidad de los músicos sinestésicos es su capacidad de asociar tonalidades musicales con colores (incluso notas aisladas, acordes o timbres, vocales o instrumentales); padecen, o disfrutan, una sinestesia auditivo-visual.
Este fenómeno, relativamente raro, es más frecuente en artistas y personas creativas en general, lo que podría hacer pensar que quienes poseen esta particularidad tienen un mayor potencial creador. En este caso, cabría interpretarla como una facultad, una capacidad, una virtud o un don. De hecho, la mayoría de los sinestetas están contentos con su condición. Imaginad lo alucinante que debe ser acudir a un concierto y no sólo escuchar la música, sino ¡poder contemplarla!. Entre los compositores sinestésicos destacan Alexander Scriabin y Olivier Messiaen (probablemente también lo fueran Franz Liszt y Nicolai Rimsky-Korsakov). Messiaen llegó a decir que la relación color-sonido era el factor más importante en la creación musical, por encima del ritmo que, previamente, había considerado el elemento fundamental.
Resulta interesante que un aparente cruce de cables cerebral acabe cruzando también a las disciplinas artísticas. Quizás uno de los ejemplos más interesantes sea el del pintor ruso Kandinsky, uno de los precursores de la abstracción. Siempre sintió una enorme atracción hacia la música (¡escuchaba sus cuadros!) y de hecho a sus obras más ambiciosas las llamó Composiciones, una metáfora musical… Interesante ¿no? ;-) Os dejo con el comienzo de la película Fantasía, de Disney, un simulacro de sinestesia musical.